La escultura de Roma, se desarrolló en toda la zona de influencia romana, con su foco central en la metrópolis, entre los siglos VI a. C. y V. En origen derivó de la escultura griega, principalmente a través de la herencia de la escultura etrusca, y luego directamente, por contacto con las colonias de la Magna Grecia y la propia Grecia, durante el periodo helenístico.
La tradición griega siguió siendo una referencia constante durante todo
el curso del arte escultórico en Roma, pero contradiciendo una creencia
antigua y extendida de que los romanos eran sólo meros copistas, ahora
se reconoce que no sólo fueron capaces de asimilar y desarrollar sus
fuentes con maestría, sino también aportar una contribución original e
importante a esta tradición, visible especialmente en el retrato,
género que consiguió un gran prestigio y que dejó ejemplos singulares
de gran técnica y de alta expresividad, y en la escultura decorativa de
los grandes monumentos públicos, donde se desarrolló un estilo narrativo
de gran fuerza y carácter típicamente romano.
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